Desde hace algunos días el cielo está vestido de fiesta, esperando la llegada de Panchito, un nuevo angelito de Dios. Los Arcángeles se preparan para ir a su encuentro y Jesús le pide expresamente a su Apóstol Pedro, que tenga a bien recibirlo.
Como Pedro desconoce el destino que se le va a asignar a tan nuevo servidor, mientras habla con Jesús, piensa en la apropiada misión de Panchito y decide esperar su llegada para hacerlo integrar el Coro Celestial, hasta nuevo aviso.
Pero al arribar al cielo, el pequeño angelito tropieza con una nube muy espesa y cae encima de Pedro, quien hasta pierde sus llaves en el intento de contenerlo.
Mas él, con voz adusta y ceño fruncido le dice:
- ¡Pero, jovencito impertinente! debes tener más cuidado con lo que haces, no seas tan atropellado ¿entendido?, o vas a tener muchos problemas aquí, amiguito.
- Disculpe señor... Don... ¡Don Pedro!, pero esta nube es tan espesa que no pude evitar tropezarme con ella, aunque no va a volver a ocurrir, "se lo prometo como que me llamo Panchito".
- ¡Oye muchacho, no prometas nada, sólo cumple!¡Y otra cosita más, no me digas Don, no me agrada demasiado! ¿Entendido?
- ¡Sí, sí, claro, claro, D... Pedrito! -abriendo los ojos enormemente, el angelito casi iba a repetir otra vez el Don.
- ¡Otra vez, mi amigo no me digas Don! -con cierto fastidio- mas hazme el favor de permanecer callado ¿quieres?
- ¡Sí, señor a la orden! -dice Panchito, mientras hace la venia, entre tanto Pedro lo observa con sumo disgusto, entonces Panchito, con su cabecita baja y sus alitas acurrucadas, parte para integrar el coro celestial. se lo nota avergonzado por su torpe proceder.
Pedro, en tanto, comienza a inquietarse por las características del pequeño y decide rápidamente transmitir a Jesús sus dudas acerca de la misión que le corresponde al joven angelito. El Maestro nota la preocupación de Pedro y le pregunta:
- ¿Qué está ocurriendo aquí?
- Bueno... no sé como empezar pero, me ha puesto de un humor increíble el angelito nuevo. Es torpe y se equivoca con facilidad.
- Debes tenerle paciencia ya que todos mis ángeles, aún los que se muestran torpes, tienen un lugar y una misión en el Cielo.
- ¿Pero, que misión puedo darle mi Señor?
- Quiero que pruebes y, lo que mejor haga, será su misión.
- Pero... usted jamás me pidió algo así.
- Bueno... digamos que siempre hay una primera vez. ¡Tú vas a ser responsable de su proceder!
- ¡Sí, claro que sí Maestro!
- Entonces no se hable más y manos a la obra. ¡Ah... Pedro casi me olvido, te deseo mucha suerte, en tu nueva misión!- el Apóstol se retira murmurando en voz baja:
- No sé porque... pero creo que la voy a necesitar.
- ¿Qué ocurrre mi buen amigo? -pregunta con énfasis Jesús.
- ¡Oh, nada, nada, mi buen Salvador!
- ¡Mejor así, entonces, adelante!
Panchito está cantando, sin hallar entonación alguna y el Director del Coro -un ángel muy enérgico- termina por decirle que se retire y no torture los oídos del resto de los presentes.
El pequeño se retira muy triste y con las alitas más acurrucadas que nunca, pensando que todo le sale mal. En el camino se encuentra con Pedro y, al verlo Panchito lo abraza y salta de contento, se siente emocionado al verlo.
- ¡Panchito, espera, espera!, ¿Qué te ocurre jovencito impaciente?
- Nada, es que lo extraño mucho, ¿sabe una cosa señor Pedro?
- ¿Qué te ocurre, mi pequeño?
- Me sacaron del Coro proque desafino tanto que voy a romperles los tímpanos a todos si sigo así.
- Bueno, ya lo sé, te estuve escuchando y eres más desafinado que una rana con anginas. Mejor es que... te ocupes de la limpieza del Cielo o, tal vez... ¡Ya sé: te voy a llevar a la lavandería! y ahí sí, espero que seas útil, mi buen amigo.
- ¡Usted va a estar orgulloso de mí! ¡Ya lo va a ver!
- Sólo voy a estar contento si cumples con tu trabajo.
De pronto se oye estallar una caldera en el Cielo y Pedro, alarmado, pregunta: - ¿Pero... y ahora, qué ocurre?
Se ve a San Miguel de Arcángel todo tiznado y desgreñado, acompañado por otros ángeles en la misma condición, expresando a viva voz:
- ¡Es Panchito, Señor, es Panchito que le dio mucha presión a la caldera, hasta que voló todo!
Entonces Pedro vuelve a hablar con Jesús y le manifiesta:
- ¿Sabe una cosa?, no se que hacer con el angelito. En el lugar donde logro ubicarlo, termina por hacer un desastre: estallan calderas o desafina tanto que termina por arruinar el Coro Celestial.
- Sólo debes tener paciencia, Pedro, si está aquí con nosotros es porque tiene sentimientos nobles. Sólo debes descubrir su misión.
- ¡Si tan solo me diera una pista, me ayudaría mucho, estoy desorientado cual estufa que no enciende, y como angelito sin alas!
- Simplemente observa a ese pequeño y pronto sabrás cual es el camino que debes tomar.
- Espero descubrirlo antes que destruya el Cielo y tengamos que mudarnos al Purgatorio.
- No te quejes, protestón, aunque esta vez voy a acompañarte, para ver que ocurre con mi angelito destraído.
Al rato, Jesús y Pedro ven a Panchito sentado en una nube, tan triste como melancólico lo observan y, mientras se acercan perciben en la tierra a un niño en peligro de muerte. El angelito, sin vacilar, pega un salto sorprendente y vuela raudamente para socorrer a ese niño, antes de que lo arrastre el agua torrentosa de un río desbordado. Lo cubre con sus alitas y el niño logra salir del problema como por arte de magia.
Panchito está tan feliz que no puede creer que su misión haya sido un éxito. Baila y canta después de tan importante logro ya que, hasta el momento, nada le había salido muy bien que digamos.
Jesús, sonriente observa a Pedro que está tan sorprendido como el propio angelito y en ese mismo instante le dice:
- ¡Pedro, déjalo cantar aunque desafine, déjalo bailar aunque no lo haga bien! Ya ves que se trata sólo de ayudar y tener paciencia, y vas a ver que siempre hay una misión, para cualquiera de los talentos que aquí existen! ¿Quién diría que esa es la misión de Panchito, verdad?
- Es verdad, Maestro. Panchito no va a integrar el Coro Celestial ("por suerte") -mirando a Jesús con ojos pícaros - pero va a tener una misión muy importante: "Protejer a todos los niños del universo".
- Necesitamos muchos Panchitos más, Pedro, pero dejemos que él mismo se encargue de buscarlos. Seguro que los va a encontrar.
Moraleja:
Jamás debemos jusgar a los demás ni a nosotros mismos por lo que no podemos lograr, todo tiene su tiempo y todos tenemos misiones diferentes. Sólo el hombre con su egoísmo genera diferencias, ya que todos somos iguales aunque nuestro proceder y nuestras capacidades sean distintas.
Cuento extraído de los nueve que conforman el libro "Cuentos del Corazón" de Miriam Blanco. Editorial Santa María.
I.S.B.N. 978-987-616-002-5